thumb do blog Renato Cardoso
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POR QUÉ NO DEBE DECIR TODO LO QUE PIENSA

Vea lo que Dios dice sobre ciertas palabras que las personas profieren. Tengo un consejo para usted: si no tiene nada bueno que decir, elija el silencio

¿Debe decir todo lo que piensa? ¿Debemos decir todo lo que pensamos? Hay personas que se enorgullecen de decir todo lo que piensan; hay personas que se golpean el pecho diciendo: «Yo digo lo que pienso».

Veamos lo que dijo el propio Dios con respecto a ciertas palabras: «Vuestras palabras contra Mí han sido violentas, dice el Señor. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra Ti? Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos Su ley, y que andemos afligidos en presencia del Señor de los ejércitos?», Malaquías 3:13-14.

Entonces, Dios protesta porque el pueblo estaba usando palabras agresivas contra Él. Es curioso cuando pensamos en esto con relación a Dios, porque, aunque no hablemos, Él ya sabe lo que pensamos. Sin embargo, insiste en señalar que las palabras del pueblo fueron agresivas, lo que nos da a entender que muchas veces pensamos tonterías, pero no debemos decirlas.

Es decir, una cosa es que usted piense y descarte ese pensamiento (se diga a sí mismo que eso no está bien), y otra cosa es decirlo; porque, de esta manera, materializa sus pensamientos a través de las palabras, que quedan registradas. Las palabras son ondas sonoras que viajan. La música que emiten las ondas de la radio está en el aire, pero usted solo la escucha cuando sintoniza el aparato.

La primera queja de Dios fue sobre la actitud del pueblo, al decir que era inútil servirlo: «¿Mantenemos estas disciplinas, hacemos todo esto y de qué sirve?». En otras palabras, a veces la persona pierde la fe porque toma una actitud y no ve el resultado que esperaba.

Entonces, piensa que no funcionó. Eso hace que muchas se vuelvan contra Dios: «Es inútil, orar, ir a la iglesia, vivir en obediencia, porque veo que a los que no lo hacen les va bien allí afuera». Es exactamente sobre esto la segunda queja de Dios:«Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon», Malaquías 3:15.

Estos dos pensamientos, que fueron materializados en palabras, incomodaron a Dios. Esto nos muestra cómo Se siente cuando pensamos algo así.

Lo que importa al final del juego (por ejemplo, en el fútbol) es el resultado. El resultado de la situación del justo y del impío será a favor del justo. Si usted no cree en esto, dejará de jugar y perderá su Salvación.

Usted debe despertar para este entendimiento: la manera más segura de perder es desistir de jugar. Mientras el juego se juega, usted tiene la posibilidad de darlo vuelta. En el caso de Dios, nosotros tenemos la garantía de que vamos a dar vuelta el juego. Tal vez está sufriendo y los incrédulos se ríen de usted, pero, si cree en el carácter de Dios, diga en su interior: «Aunque todo esté mal, estoy seguro de que Dios cumplirá lo que prometió. Al final, daremos vuelta el juego».

Entonces, en lugar de palabras agresivas, use palabras de confianza en Dios, y tenga cuidado con las palabras agresivas contra sí mismo. Hay palabras como: «No sirves para nada. No vales nada. Nunca lo lograrás. Ya no hay solución para ti». ¡Vigile! Y, si no tiene nada bueno que decir, elija el silencio.

Piense al respecto viendo el siguiente video.

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Colaborador

Obispo Renato Cardoso