thumb do blog Renato Cardoso
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PENSAR (AÚN) ES GRATIS

Use el basurero de su mente para eliminar lo que no le hace bien. «Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar, pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.» Marcos 7:15

Un día, el Señor Jesús llamó a toda la multitud, a todos los que estaban con Él. «Y llamando a Sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre», Marcos 7:14-15.

En el contexto de esta Palabra, si usted lee el capítulo 7 del evangelio de Marcos, entenderá que Jesús estaba siendo criticado por los religiosos, como solía suceder. Jesús era una piedra en sus zapatos, una espina en la carne o en los ojos, porque Él no seguía las tradiciones, las costumbres religiosas.

La religión suele hacer esto: presta más atención a la forma de las cosas que a su esencia. Entonces, Jesús era criticado severamente en esta ocasión, porque (vea qué chocante) Sus discípulos no se lavaron las manos antes de comer.

Naturalmente, es un buen hábito que se lave las manos antes de comer. Pero creo que todos aquí, algún día, por hambre o por falta de agua potable, hemos comido sin lavarnos las manos. Pero estamos vivos para contar la historia. No es un buen hábito, pero no siempre es posible.

Sin embargo, los religiosos no podían tolerar que los discípulos de ese «rabino», de ese «maestro», Jesús, no se lavaran las manos antes de comer. «Si Él fuera de Dios, seguramente haría que los discípulos se lavaran las manos antes de comer, como nuestra religión ordena, para que seamos puros, sin ninguna contaminación».

Y entonces Jesús llamó hipócritas a estos religiosos, porque ellos se preocupaban mucho más por los alimentos que contaminaban que por la peor contaminación que estaba en su interior.

Una vez, alguien que quería justificar sus errores me dijo: «Es porque tuve malos ejemplos». Usted tuvo malos ejemplos, pero también, seguramente, tuvo buenos. Es posible que haga lo correcto en la universidad, en la escuela, en su trabajo e incluso en la iglesia (porque ahí también puede ser contaminado). Los malos ejemplos están en todos lados, usted puede dejarse contaminar o blindarse ante ellos.

Jesús dijo que puede no contaminarse con lo que viene de afuera, pero lo que sale de usted puede contaminar.

El Señor Jesús explicó esto de manera minuciosa cuando dijo: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre», Marcos 7:21-23.

Preste atención: usted es una fábrica de cosas buenas y malas. Usted puede producir en su interior bronca, odio, prostitución, mentira, todo lo malo.

Usted puede hacer eso, pero terminará con su vida. Eso lo matará, lo contaminará. Usted puede ser pobre, pero su situación actual no es una excusa. Todavía no inventaron una manera de cobrar los pensamientos. Pensar aún es gratis. Y de usted puede surgir el bien o el mal.

El mal que produce dentro de sí lo destruirá. Es peor que contagiarse de un virus o tomar veneno. Puede no destruirlo de la noche a la mañana, pero lo corroerá a tal punto que desaparecerá.

Y, finalmente, su alma irá al lugar que ella misma creó aquí en la Tierra, que es la maldad, todo lo que es contrario a Dios. Usted terminará en el infierno, que es la distancia de Dios, la ausencia de Dios y la presencia de todo el mal.

Si usted quiere ser puro, libre de maldad, entonces tenga cuidado con lo que sale de su interior. Tenga cuidado con sus pensamientos, con los malos sentimientos.

Viva por esta regla:

¿Los sentimientos no son buenos? Arrójelos afuera.

¿Los pensamientos no son buenos? Arrójelos afuera.

Decida usar su capacidad mental para generar y crear lo que es bueno. Eso sí lo hará crecer.

Vea este mensaje completo en el siguiente video.

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Colaborador

Obispo Renato Cardoso