Cierta vez, David llegó al campo de batalla y descubrió que el gigante Goliat estaba afrontando al pueblo. David había sido enviado por su padre, Jesé, a llevar suministros al campo de batalla.

«Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército…» 1 Samuel 17:22

Este fragmento ilustra una costumbre de guerra que todavía se observa hasta hoy. Es una estrategia de guerra. Los soldados dejaban el equipaje atrás para poder avanzar más ligeros contra el enemigo. El equipaje no quedaba ni muy cerca ni muy lejos, lo tenía un guardia que protegía todo lo esencial que los soldados necesitaban. Usted no encontraría algo innecesario en medio del equipaje del ejército. Por ejemplo, no encontraría una maceta con una planta o un sofá en la guerra.

Cuando nos referimos al campo espiritual y emocional, pensando en nuestro «equipaje», toda nuestra colección de experiencias (desde nuestras experiencias con nuestros padres, hasta las creencias y las cosas buenas y malas) no es necesario llevarla al «campo de batalla».

Considerando que estamos en una guerra entre el bien y el mal, el campo de batalla es el mundo y usted está de un lado o del otro. Entienda que no se debe llevar equipaje al campo de batalla. Es decir, ¿qué cosas de su pasado, de lo que le sucedió, no necesita llevarse? Además de su equipaje, ¿también debe llevar a personas (aún más a personas que le han hecho daño)? No necesito cargar a las personas que me han hecho daño, puedo liberarlas.

Después de que David dejó el equipaje, pudo correr. ¿Cómo correrá con un equipaje pesado? ¿Y quién es ese «guardia del equipaje»? El Espíritu Santo. Cuando Le entregue su pasado (y Él le dirá cuál es el exceso de equipaje), recibirá de Él lo que necesita para vencer al enemigo. Confíe en el guardia del equipaje y enfrente al enemigo, porque la guerra todavía está en curso.

Piense al respecto por medio del siguiente video.