PAGUÉ, PERO NO ME LO LLEVÉ
El mayor castigo para cualquier criatura es vivir en cautiverio. Al saber esto, Dios pagó un alto precio para liberarnos. Pero, como si no bastara, muchos eligen permanecer presos en la jaula, otros buscan volar libremente y pocos, sin embargo, optan por servir al Señor que nos liberó.
A finales del año pasado, necesité comprar algo por internet. Normalmente, tengo buenas experiencias, pero, esta vez, el objeto nunca llegó; busqué saber al respecto. Entré en contacto con el distribuidor. Y, desde ahí, comenzó una saga. Sin resolver, lo dejé ahí.
Tal vez ya pasó por la experiencia de pagar algo y no llevárselo. Cuanto mayor es la pérdida, peor es la sensación.
¿Y sabe quién pasa por esto todos los días? Dios. Él pagó un mayor precio por el mayor bien y no se ha llevado por completo. Porque Él pagó por todas las almas, con el precio de Su propia vida, sin embargo, solo la minoría se ha entregado a Él.
El apóstol Pablo dijo: «Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios», 1 Corintios 6:20.
Esto no quiere decir que Dios nos compró para que seamos esclavos. Por lo contrario, éramos esclavos y Él nos compró para ponernos en libertad.
Dios nos compró por un alto precio, dio la vida de Su único Hijo. Y Él espera que nosotros, con nuestra conciencia, le entreguemos nuestra vida. «Señor, ahora esta vida es Tuya». Pero ¿Cuántas personas hacen eso? La minoría. Porque la minoría quiere ser dueña de su propia vida e incluso quiere seguir usando a Dios para sus propios beneficios.
En otro momento, Pablo dijo: «Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres», 1 Corintios 7:23. Son personas que fueron compradas por Dios, pero que se hacen siervas de otras personas, de sí mismas, de sus sueños, de sus pasiones o de cualquier otra cosa.
Puede imaginarse la frustración de Dios todos los días al ver a las personas destruyendo sus vidas. Hay personas destruyendo su propio cuerpo con vicios, con tentativas de ponerle un fin a su vida, con actividades promiscuas. Son acciones que vandalizan el propio cuerpo.
Pero usted puede vivir su vida como si no fuera suya, buscando saber cuál es la voluntad de Dios.
Medite al respecto y tome una decisión.