thumb do blog Blog Obispo Macedo
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Aviso a los navegantes

¡Buenas tardes, obispo!

Leyendo este mensaje, es notoria su transparencia y cómo desea abrir nuestros ojos. Muchos no imaginan cuán extremadamente importantes son esas alertas.
En esos mensajes existe Salvación de almas, y les presta atención aquel que quiere.

¿¿Cómo alguien puede leer una explicación de esas y aún así continuar en la injusticia??
Solo los que ya están muertos y no logran ver más. Digo esto porque ya estuve casada con un pastor, que lamentablemente no era un hombre de Dios.

Él recibió muchas alertas por medio de sus mensajes, y del cuidado y orientación de los pastores y obispos de la provincia en la que estábamos, sin embargo ya nada lograba penetrar en su corazón. Yo estaba tan afligida, pues se notaba claramente que él estaba actuando de manera equivocada, siendo injusto con Dios en sus procedimientos – porque en todo lo que decía existía malicia, sus ojos ya no eran más puros.

Estuvimos casados durante 11 años. Me casé a los 18 años. En aquella época, no tuve ninguna orientación sobre el matrimonio. Tenía meses de iglesia cuando comencé a estar de novia con este pastor, y, en mi visión, solo pretendía ir al altar. Me casé al año de convertida y viví un infierno siendo una esposa de pastor.

¡Caramba, quién me diera haber tenido en aquella época una “Escuela del Amor” como tenemos hoy!
Pero, lamentablemente, no teníamos ni siquiera muchas iglesias en la provincia, la carencia de pastores era mucha, ¡mucho más tener ese tipo de asistencia en la vida sentimental!

Me ocupé de escribir este relato para que sirva también de alerta a las demás esposas de pastores de hoy, y también a las que están preparándose para servir a Dios en el altar.

Toda esposa sabe lo que pasa con su esposo, aunque él no sea de conversar mucho en casa. Es imposible convivir con alguien y no detectar que no está bien, a menos que la esposa ya esté muerta también.

Muchas veces, siendo él un pastor, me prohibía hacer propósitos en la iglesia. Cuando llegaba la Hoguera Santa, y yo me sentaba bien adelante y lo veía predicar fuerte, con convicción, me levantaba e iba a agarrar el sobre, pero cuando llegaba a casa, él ya me cuestionaba enojado porque yo había levantado el sobre.

Confieso que me confundía tal actitud, y entonces él me prohibía formar parte del sacrificio. ¡Caramba! Cada día que pasaba me resultaba más difícil participar en sus reuniones, pues su hipocresía era inmensa. Yo era tan inmadura, una persona totalmente dependiente de él, al final, había sido mi primer pastor.

No sabía en realidad lo que era un pastor hombre de Dios. Al principio, incluso con dolor, seguía adelante. Nuestra convivencia fue construida totalmente sobre su autoritarismo. Yo no era lo que se puede decir una mujer sumisa por amor sino una mujer dominada por el esposo. Todo lo que él decía era ley. Me transformé en su víctima y aguantaba todo, pues él, además de no corresponder como hombre de Dios, me trataba como a una mujer de la vida en nuestros momentos íntimos.

Se ocupaba, en medio de bromas con amigos, de decir que yo era gorda, fea, y me comparaba con las demás. Comencé a verme exactamente de esa forma. La timidez y el complejo me dominaron por completo. Yo no levantaba la cabeza para hablar con nadie, no tenía amigas – ni siquiera en la obra.

Cuando deseaba comprar un arreglo de flores para mi casa, él me lo prohibía, diciendo que usted, obispo, era rico, y que él no estaba allí para decorar las casas de la iglesia.
No me hacía participar en nada, cuando nos transferimos a una ciudad en Santa Catarina, donde hacía mucho frío, él no se levantaba para abrir la iglesia. Yo iba a despertarlo, pero solo me decía: “¿Para qué abrir la iglesia si no viene nadie a esta reunión?” Entonces yo iba, abría, y atendía a las personas que llegaban, mientras él se quedaba durmiendo.

Hablaba mal del liderazgo de la iglesia y vivía haciendo planes para adquirir bienes. Eso para mí era como una puñalada, pues mi deseo era muy diferente. Ni de lejos yo pensaba en mi propia vida o en mi comodidad.
Estoy contando esto porque creo que pueden existir esposas de pastores que se encuentran en una situación semejante y, quién sabe, puedan despertarse y tomar la actitud de llevar al conocimiento de los líderes lo que ha ocurrido en su propio hogar, y a la vez salven el alma de su esposo.

Sin embargo, ya era tarde. Él estaba muerto espiritualmente. Llegó un momento en el que dio a luz el pecado del adulterio, al ser descubierto, se fue con la ropa puesta, sin darme ninguna explicación, después de 11 años de casados. Creo que el hecho de haberse ido de esta forma fue debido a una oración que hice a mi Dios, cuando me di cuenta de que mi esposo no quería nada con Él, y que solo estaba ocupando un espacio dentro de la Obra, siendo un engañador.

ORÉ A DIOS Y LE PEDÍ SU MUERTE O LA MÍA, PUES SI CONTINUABA EN ESA SITUACIÓN MI SALVACIÓN ESTABA EN RIESGO, PUES NO ESTABA PUDIENDO AGUANTAR MÁS.

Eso fue un sábado. El lunes él desapareció de mi vida. A partir de allí fui recibida por la iglesia, por los obispos y los pastores que aun así le ofrecieron ayuda, incluso no siendo más pastor, sin embargo no quiso.

Abracé toda ayuda, toda oportunidad, permanecí junto a los pastores, a las esposas. Esta oportunidad fue de oro para mí. Hubiera sido cómodo para mí volver a la casa de mi madre, pero me quise quedar junto a mi familia espiritual, y no me arrepiento, pues mi vida de total felicidad comenzaba allí.

Después de algunos años conocí a un hombre de Dios de verdad, que es pastor, y hoy estoy aquí en esta Obra linda, feliz de la vida, pues soy amada, respetada, y mi autoestima está allá arriba. Mi esposo ama a lo mismo que yo: “ALMAS”

Dígame, ¿podría alguien ser más feliz? Je, je…

Este fue mi relato muy resumido, pero que de cierta forma puede servir como alerta a muchas esposas y novias de pastores.

¡Gracias, obispo! Muchas gracias realmente por todo lo que nos cuida a nosotros, las esposas y los pastores de la Universal.

Pues quien usa la inteligencia prestará atención a todo lo que nos es orientado por usted.

Silvia.