Carmesí
Existe un pequeño insecto, una especie minúscula de oruga, más parecido a una larva/gusano, que era responsable de darle color y valor a los tejidos más caros desde los tiempos remotos. Era muy difícil encontrar colorantes para teñir los tejidos, y, cuando se encontraba, el precio llegaba a igualarse al del oro.
Normalmente los colores más fuertes y llamativos eran usados en los mantos de los reyes, y uno, en especial, tiene un dato curioso.
Los registros del origen de esta especie se remontan a la época del dominio persa, cuando la palabra qirmiz aparece como carmín, rojo, y significa «hecho por gusanos». El pigmento conocido hoy como Kermes es el carmesí natural, extraído del grupo de gusanos con el mismo nombre.
No se canse de leer, porque aquí la historia de este pequeño e insignificante ser se pone interesante.
Cuando esta oruga escarlata está lista para desovar, prende su cuerpo al tronco de un árbol, los robledales de la región mediterránea. Se fija de una manera tan firme, que ya sabe que jamás podrá desprenderse de allí. Es un sacrificio voluntario.
Los huevos depositados debajo de su cuerpo quedan protegidos hasta ser incubados y capaces de desarrollarse solos. Muriendo la oruga, su fluido carmesí mancha su cuerpo y toda la madera a su alrededor.
De los cuerpos de esos gusanos muertos eran extraídas las tintas de los tonos más valiosos, que teñían los mantos que cubrían a las personas que eran consideradas importantes, estimadas, honradas.
De la jornada de esta madre oruga se sacan varias lecciones para nuestra práctica diaria de la maternidad. Pero creo que, así como sucedió conmigo, usted, al leer sobre ella, se acordó del Señor JESÚS.
Para que vea la Salvación de su familia, usted tiene que estar aferrada a Él.
Él Se hizo despreciable y pequeño para salvar. Se aferró al calvario para entregar Su vida por nosotros. Su sangre carmesí nos cubrió, nos hizo valiosos, reyes y sacerdotes para Dios. Y, de hecho, antes de venir al mundo Él ya había creado la kermes ilicis, e, inclusive, Se había descripto como ella (Isaías 1:18; Salmos 22:6).