Dios vs. Mamón
La idolatría tiene múltiples formas y todas ellas siempre agreden a Dios. La idolatría no existe apenas en el culto a imágenes de papel, barro, madera, metal o cualquier otro tipo de material, practicada en varias religiones.
Existe quien idolatra hijos, seres queridos, personas en general y hasta a sí mismos. Existen personas que idolatran a su propia profesión, su posición social y también actividades de placer, poniendo todo eso por encima de Dios en sus vidas.
Cualquiera que sea la forma de idolatría, significa sustituir al Creador por la criatura a la que se le rinde culto. Pero, cuando el ídolo son bienes materiales o dinero, la idolatría llega al límite de la agresión a Dios. En este caso, el Eterno es sustituido por los bienes materiales que perecen.
De forma bien simple y objetiva, el Señor enseña: «Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mamón» (Mateo 6:24).
Mamón es el dios de las riquezas materiales.
La vida con abundancia es derecho de los seguidores del Hijo de Dios. Pero esa abundancia jamás puede ser señora de los siervos de Dios. El dinero es un buen siervo, pero un cruel señor.
El dinero debe ser visto como abono. Sólo sirve cuando es repartido para el bienestar común.
El espíritu de Mamón impone avaricia a sus siervos. Eso causa ceguera espiritual, que neutraliza la comprensión de la fe, haciendo que sea imposible que los apegados a los bienes materiales tengan acceso a los bienes espirituales, eso es, a la salvación eterna.
Para estar en plena comunión con Dios, en el camino de la salvación eterna, es necesario abandonar la servidumbre a Mamón.