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El sentido del Sacrificio

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Estamos viviendo un momento muy fuerte, en Brasil y en el mundo, con la gran campaña de la Hoguera Santa de Israel.

¿Para quién será mi sacrificio, y cuál es mi intención al presentarlo?

La raíz que da origen a la palabra sacrificio es, en latín, sacer. Esta raíz tiene el sentido de algo que no puede ser tocado. Entonces, pasó a significar: lo que pertenece al mundo de lo divino.
Sacramentum: en el comienzo, juramento prestado a Dios;
Sacrifícium: lo que es ofrecido a Dios y se vuelve sagrado. O el propio acto de ofrecimiento.
El estudio de las antiguas civilizaciones revela que todos los pueblos ofrecían sacrificios a Dios o a sus falsos dioses. En Roma, en África, en India, etc. En la Biblia, el sacrificio aparece luego del comienzo de la humanidad: “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor con agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4:4).

En todos los grandes eventos, los hombres ofrecían sacrificios a Dios: Noé (Génesis 8:20); Abraham (Génesis 22:1); Moisés: (Éxodo 29:38 y Levítico).

El sacrificio es algo que forma parte de la naturaleza humana. Las personas sacrifican todo el tiempo, sea para sí mismas o para sus dioses, lo que debemos observar es a quién estamos presentando nuestro perfecto sacrificio y cuál es nuestra real intención al presentarlo. Es evidente que el sacrificio trae la respuesta de forma inmediata, pero tenemos que entender que el sacrificio no puede ser apenas un medio de liberación o una petición para una determinada situación, y sí también una forma de obedecer la voz de Dios y, sobretodo, adorar por medio de la fe sacrificial que exige renuncia y que estemos desprovistos y despojados de toda condición humana.

Hablar sobre el sacrificio no es para cualquiera. La palabra sacrificio tiene un peso muy grande y hasta mismo aterrador. Muchos líderes de iglesias llevan al pueblo al sacrificar, a través de campañas y propósitos, pero ni siquiera tocaban la palabra sacrificio, pues muchos de ellos tienen miedo de perder a sus adeptos diezmistas y ofrendantes. Por eso, predican en contra de la propia cruz, que es el mayor significado del verdadero sacrificio incondicional y desinteresado, sabiendo que atraerán para sí a los legos desinformados, débiles y dependientes siempre de terceros. Admiro a la Iglesia Universal y a su líder, el obispo Edir Macedo, y formo parte de este gran ejército universal, pues todos los que lo forman tienen experiencias respecto del sacrificio.

Todas las personas que llegan a la iglesia en esta época, con el alma saturada, llena de sufrimiento y dolor, se lanzaron de cabeza, porque estaban en una situación de vida o muerte y, porque no decirlo, entre la espada y la pared, presentaron a Dios sus sacrificios seguidos de pedido, adoración, gratitud por tener la certeza de que serían atendidas. Y el resultado a ese acto es obvio: tuvieron sus necesidades respondidas, pero, infelizmente, hoy, por estar suplidas, no perciben la necesidad de sacrificar.

“Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios” (Salmos 123:4).

En cada campaña de fe hemos madurado en lo que significa el sacrificio para nosotros, así como para cada hombre del pasado tuvo un significado diferente. Para unos, adoración, para otros, petición, para otros, agradecimiento y para Abraham, obediencia a Dios.

Debemos preguntarnos algo: “¿Para quién estoy presentando mi sacrificio? ¿Para hombres, para la institución Iglesia Universal del Reino de Dios o verdaderamente para Dios?”

Resumiendo: el sacrificio está en el ADN de aquellos que son nacidos de Dios.

“Y cuando ofreciereis sacrificio de ofrenda de paz al Señor, ofrecedlo de tal manera que seáis aceptos” (Levítico 19:5).

“Asimismo, cuando alguno ofreciere sacrificio en ofrenda de paz al Señor para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria, sea de vacas o de ovejas, para que sea aceptado será sin defecto” (Levítico 22:21).

“Y al lugar que el Señor vuestro Dios escogiere para poner en él su nombre, allí llevaréis todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las ofrendas elevadas de vuestras manos, y todo lo escogido de los votos que hubiereis prometido al Señor” (Deuteronomio 12:11).
La iglesia del Señor Jesús, infelizmente, está partida al medio. De un lado, un pueblo débil y, del otro, un pueblo fuerte; de un lado, un pueblo vencedor y, del otro, un pueblo vencido. Y eso porque de un lado tenemos un pueblo puro, pero cobarde al sacrificio y, del otro, un pueblo impuro, lleno de disposición para sacrificar. Los testimonios serían inevitables.
“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15).

EL DÍA 13 DE DICIEMBRE ES EL DÍA DE ESCUCHAR LO QUE DIOS NOS ESTÁ PIDIENDO EN TODOS LOS ALTARES DE LA IGLESIA UNIVERSAL, EN BRASIL Y EN EL MUNDO.

EN LA FE,