La Fe y el Sacrificio – Parte 2
6° – La Fe motiva al sacrificio
Sí, la voz de la fe es la que empuja al sacrificio de la obediencia a la Palabra de Dios. Fue exactamente eso lo que le sucedió al ciego. En principio, él no conocía a Jesús ni sabía que Él estaba allí viéndolo. El evangelista Juan no registra ningún esbozo de fe del ciego. Es decir: la fe del ciego nació cuando, movido por la necesidad y despertado por la suciedad de lodo en los ojos, respondió a la orden del Señor Jesús de ir a lavarse en el estanque de Siloé;
7° – ¿Quién curó al ciego?
¿El Señor Jesús? ¿El lodo? ¿O las aguas del estanque de Siloé? Él fue curado por la propia fe en la palabra: Ve a lavarte en el estanque de Siloé.
Sin embargo, su fe tuvo que ser acompañada con el sacrificio de la obediencia. Caminar hasta las profundidades de aquel valle, aun con enorme dificultad de andar, tanteando ladera abajo.
El Señor Jesús conocía bien sus condiciones físicas. Aun así, lo mandó al fondo del valle hasta el estanque. El sacrificio para obedecer a la Voz del Señor Jesús fue el secreto para despertarle la fe.
La Fe es despertada por el sacrificio
De una forma o de otra la fe tiene que ser despertada para realizar el milagro. El Señor Jesús sabía que la única manera de cambiar el pensamiento resignado del ciego era despertando su propia fe por medio del sacrificio. A causa de eso, el Señor le dio una “obligación”: hacerlo llegar al lugar de mayor dificultad posible.
En el caso de la mujer hemorrágica, ella misma se impuso al sacrificio de la fe. Obvio que fue el Espíritu de Dios Quien la inspiró a tal iniciativa (Marcos 5:25). La acción de la fe sacrificial es Obra exclusiva del Espíritu Santo. Es Él Quien convence, Quien induce al sacrificio, Quien inspira y da coraje para ejecutar el sacrificio. La tarea de los siervos de Dios es predicar el Evangelio, enseñar las Escrituras, en fin, concientizar al pueblo de las Promesas del Altísimo. Lo demás es Obra del Espíritu Santo.
El don de la Fe
Hechos 3 habla de un cojo sentado a la puerta del Templo pidiendo limosnas. Él no esbozó el mínimo de fe para ser curado. Pedro y Juan tuvieron que usar el don de la fe para curarlo.
8° – Milagro físico
“Oyó Jesús que le habían expulsado (de la sinagoga); y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en Él? Le dijo Jesús: Pues Le has visto, y El que habla contigo, Él es.” Juan 9:35-37
9° – Milagro espiritual
“Y él dijo: Creo, Señor; y Le adoró.” Juan 9:38
Incluso después de haber sido curado, el ciego aún no había creído en Jesús como el Hijo de Dios. Es decir, como su Señor y Salvador. Lo mismo ha sucedido con la mayoría de los cristianos. Ha sido beneficiada por los milagros del Señor Jesús, pero aún no Lo conocen personalmente. Es decir, se mantienen “físicamente” en el cristianismo, pero no conocen al Señor personalmente. A causa de eso, son débiles en la fe. Mientras no reciban el sello del Espíritu Santo, no conocerán al Dios de la Biblia. Además, se mantendrán lejos de la plenitud de la vida con abundancia.
Quien no cree en sí mismo no cree en Dios.
Si no hay fe en sí mismo, ¿cómo tendrá fe en Dios?
Quien espera creer en Dios para después creer en sí mismo, va a morir esperando.
La fe bíblica viene del Espíritu de la Fe. Es don de Dios. Esa creencia nos obliga a creer en nuestro talento y potencial. Frente a eso, la Palabra de Dios es como el mapa de la conquista por la fe.