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La historia de Gedeón – Final

Tragedia anunciada

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Tragedia anunciada (Jueces 8:33-35)

Ni bien Gedeón muere, los hijos de Israel vuelven a adorar a los falsos dioses, dejan a Dios y no tienen consideración para con los hijos de Gedeón. Eso ya era esperado, a fin de cuentas, en vida, él había permitido que el pueblo le dirigiera a él la reverencia que debía ser solamente de Dios.

O sea, aunque hayan dejado el culto a otros dioses, terminaron alejándose de Dios y colocando su confianza en el hombre, haciendo la voluntad del diablo. De esa forma, eran tan siervos del diablo como cuando se inclinaban ante Baal. Así, cuando él murió, continuaron siguiendo a su señor —el diablo— y volvieron a lo que hacían antes.

Y todo lo que Gedeón intentó construir —su descendencia— fue destruida por sus propias malas elecciones, teniendo en cuenta que su hijo Abimelec mató a sus hermanos en el intento de tornarse rey. Gedeón le hizo el bien a Israel mientras estaba con Dios. A partir del momento en el que decidió seguir a su mente, no logró hacerse el bien ni siquiera a sí mismo.

Eso nos enseña que la caminata de la fe no termina con el cambio de espíritu. No termina cuando bajamos del Altar. No termina cuando vencemos la guerra. Cuando ganamos la guerra, necesitamos triplicar la vigilancia, porque esta vez el enemigo puede ser nuestro propio corazón.

El diablo intentará usar todo lo que pueda para sacarnos de la fe después de la victoria, haciéndonos enfocar en las cosas de este mundo, tentándonos a absorber los elogios de los demás (ya sean elogios sinceros o adulaciones) o haciéndonos creer que ahora tenemos el derecho de descansar.

No hay descanso en esta pelea. La vida es una guerra, aun cuando todo parece estar en paz del lado de afuera. Lamentablemente, el final de la historia de Gedeón es una lección de lo que no se debe hacer, pero es posible entender lo que él debía haber hecho para acertar, y lo que debemos hacer en nuestra vida para evitar el lazo en el que él cayó.

El secreto para no perder todo lo que conquistamos —y que aún vamos a conquistar— por la fe (principalmente la salvación) es colocar a Dios en primer lugar (la consciencia de que somos los segundos), mantener el temor (y la noción de que todo viene de Él), retener la sinceridad y la obediencia a Su voluntad, sin ceder a las nuestras, hasta el fin. Quien hace eso, no se equivoca.

Lea también:

– La historia de Gedeón – parte 1

– La historia de Gedeón – parte 2

– La historia de Gedeón – parte 3

– La historia de Gedeón – parte 4

– La historia de Gedeón – parte 5

La historia de Gedeón – parte 6

La historia de Gedeón – parte 7

– La historia de Gedeón – parte 8

La historia de Gedeón – parte 9

– La historia de Gedeón – parte 10

La historia de Gedeón – parte 11

La historia de Gedeón – parte 12

La historia de Gedeón – parte 13

La historia de Gedeón – parte 14

– La historia de Gedeón – parte 15

– La historia de Gedeón – parte 16

– La historia de Gedeón – parte 17

– La historia de Gedeón – parte 18

– La historia de Gedeón – parte 19

– La historia de Gedeón – parte 20

– La historia de Gedeón – parte 21

– La historia de Gedeón – parte 22

– La historia de Gedeón – parte 23

– La historia de Gedeón – parte 24

– La historia de Gedeón – parte 25

– La historia de Gedeón – parte 26

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Colaborador

Vanessa Lampert