La historia de Gedeón – parte 22
La venganza personal
La venganza personal (Jueces 8:13-21)
Con todos los hombres ya cansados y con los reyes enemigos subyugados, la batalla llega a su fin. Pero Gedeón, aquí, con posesión de la victoria, comienza a salir de la línea. En vez de continuar siguiendo la dirección de Dios, pasa a buscar sus intereses personales. Primero, les da una golpiza a los hombres de Sucot, mata a los de Peniel y derriba la torre.
Después, interroga a los reyes de los madianitas y se refiere a las muertes que aún no habían sido citadas: les pregunta cómo era la apariencia de los hombres que habían matado en Tabor. Y los hombres le responden: “Eran como tú, cada uno parecía hijo de rey”, dando la impresión de que quieren adular a Gedeón para librarse. Probablemente era algo reciente y memorable para que los dos se acordaran de la apariencia de a quien habían matado.
Gedeón revela que eran sus hermanos, hijos de su madre. Y les dice que, si no hubiesen matado a sus hermanos, él no los mataría. Entonces, matarlos no es una orden de Dios o una actitud de temor a Dios, sino un proyecto de venganza personal.
Él le pide a su hijo que los mate, pero el muchacho no tiene el coraje, por ser joven. Los reyes incluso lo provocan: “Mátanos tú mismo, como es el varón, tal es su valentía”. Entonces, él los mata. Aquí, Dios ya no está en primer lugar para Gedeón. En primer lugar pasa a estar él mismo, su propia voluntad.
Llama la atención la rapidez con la que Gedeón comienza a mirar las cosas de modo carnal después de la victoria, al punto de permitir que una actitud suya sea motivada por una provocación del enemigo. Ese es un peligro por el que debemos estar atentos.
Cuando nos aliamos a Dios, Él nos bendice, pero necesitamos mantener siempre en nuestra mente que fue Dios Quien nos dio la victoria y que, incluso habiendo vencido y siendo vistos como algo por los demás, continuamos no siendo nada.
El verdadero vencedor es aquel que vigila para nunca permitir que sus acciones o reacciones sean motivadas por una palabra del mal. David expresa bien esa cuestión, diciendo: “No venga pie de soberbia contra mí, y mano de impíos no me mueva” (Salmos 36:11).
No se trata solo de no ser tocado por el mal, sino también de no dejarse mover por el mal. Gedeón se dejó mover por las palabras de los impíos.
En todo momento en que nos deparamos con una provocación, tenemos esa elección. ¿Qué voz vamos a oír? ¿Qué mano nos moverá? ¿Qué palabra seguiremos?
Continúa mañana…
¡No se lo pierda!
Lea también:
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– La historia de Gedeón – parte 6
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