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Los artefactos del templo y sus significados

Con la misma simbología de los objetos del Tabernáculo, el mobiliario y los utensilios del gran templo construido por Salomón estaban repletos de analogías sagradas

El templo erguido para Dios por Salomón, así como lo que sucedió, fueron hechos con el propósito de sustituir al Tabernáculo. Básicamente, seguían el mismo plano dado por el Señor a Moisés para la gran tienda que acompañaba al pueblo de Israel por el desierto. Tenía prácticamente el mismo mobiliario ceremonial básico y casi los mismos artefactos, con los mismos significados.

Veremos aquí algunos de los principales elementos de los templos de Jerusalén y sus respectivos significados:

El altar de sacrificios – Luego de entrar al patio externo del templo, después de las murallas, se encontraba un gran altar en el que se sacrificaban los animales ofrecidos a Dios. Ellos eran el símbolo de los pecados y morían en expiación por ellos. Sólo podían ser sacrificados animales en perfectas condiciones, generalmente los mejores entre los mejores de los rebaños. Quemados, producían humo que subía a los cielos como “olor grato” al Señor (Éxodo 29:25), lo que significaba que el fiel estaba libre de pecados, lo que agradaba a Dios.

El “mar de bronce” – También llamado “mar de fundición” (1 Reyes 7:23-40), era un gran reservorio de agua que estaba junto al altar de sacrificios. Con la misma simbología de la antigua pileta del Tabernáculo, en su agua se lavaban los pecados, con un fuerte significado de purificación (por la sangre y cualquier otro residuo que quedara en las manos y pies de los sacerdotes). El reservorio, redondo, estaba sobre doce bueyes esculpidos en bronce que, en grupos de tres, tenían sus cabezas orientadas a los cuatro puntos cardinales. En el mar de bronce se abastecían diez piletas móviles, sobre ruedas, que eran distribuidas sobre el patio externo, cinco de cada lado del templo.

Las dos columnas – Al lado del pórtico principal del templo se ubicaban dos columnas de bronce que llegaban casi hasta el techo, llamadas Joaquín y Boaz por su realizador, Hiram Abiff, enviado por el rey de Tiro, su homónimo, Hiram, con los arquitectos y artífices que trabajarían en la obra del templo (1 Reyes 7:13-22). Reconocido artesano del bronce, Abiff había homenajeado a los reyes David y Salomón con dos pilares, de acuerdo con algunos creyentes. Para los judíos, son pilares simbólicos de mucha importancia para la vida con Dios: Joaquín simbolizaba la sabiduría y Boaz la inteligencia (ambos atributos de Salomón que lo hacían famoso en todo el mundo conocido de la época).

La mesa de los panes – Como la mesa de los panes del Tabernáculo, el gran templo también tenía la suya, en la misma posición, a la derecha de quien entraba al Santo Lugar. Con doce panes ácimos apilados en dos columnas de seis, la mesa de la proposición simbolizaba el alimento que viene de Dios, así como el alimento espiritual de su palabra. Hoy sabemos que era uno de los símbolos alusivos a Jesucristo, que se refirió a sí mismo como el “pan de vida” (Juan 6:35), aunque en esa época los constructores del templo no supieran sobre eso.

Los menorás – El menorá, gran candelabro de oro con siete lámparas de aceite, era solamente uno en el Tabernáculo. En el gran templo de Salomón, la cifra aumentó hasta diez, en dos columnas de cinco a los lados del Santo Lugar (1 Reyes 7:49). Además de la evidente utilidad de iluminar el ambiente, simbolizaba la presencia de Dios en el lugar. Además de eso, sus lámparas eran alimentadas con aceite, simbolizaba la unción de Dios sobre nuestras vidas. La luz simbolizaba también la propia Palabra, la verdadera iluminación para la vida, indicando el camino hacia el Señor.

Altar de incienso – En el altar que estaba al final del Santo Lugar, el oráculo (1 Reyes 7:49), se colocaban los inciensos, cuyos aromas de especias y otros perfumes dominaban la sala. Una simbología bastante fuerte para las súplicas, que nuevamente nos llevan a la figura del olor agradable que sube a los cielos en dirección al Señor. Allí los sacerdotes dirigían sus súplicas y la de sus fieles, ya que eran como intermediarios entre el pueblo y Dios. Hoy, gracias al sacrificio supremo de Cristo, hablamos directamente con el Padre.

El velo – Separando el Santo Lugar del Santo de los Santos había un velo, un gran cortina con dos querubines bordados que era la única barrera. Solamente el sumo sacerdote entraba a través de él para conversar con Dios directamente. El simbolismo del velo es fuerte: aunque sea un material frágil, la única cosa que impedía que otros sacerdotes entraran allí era el respeto y el temor a Dios. También era un obstáculo para la vista. Los sacerdotes comunes, así como el pueblo, no entraban allí. Pero por medio de la oración que el sumo sacerdote llevaba, todos tenían su acceso indirecto al Padre. Un obstáculo frágil, fácil de superar para llegar a Dios, bastando para eso, orar (Marcos 15:38).

El Arca de la Alianza – El Arca de la Alianza, después de habitar durante muchos años en el Tabernáculo, fue depositada en el Santo de los Santos del gran templo de Salomón. Objeto sagrado solamente tocado por los sacerdotes y nunca por una persona común del pueblo, contenía otros objetos con un inmenso significado sagrado: la tablas de los Diez Mandamientos que Moisés labró orientado por Dios (la Palabra), un bocado del maná que fue dado como alimento al pueblo en el desierto por primera vez (la provisión de Dios) y la vara de Aarón que floreció (el reconocimiento de Dios sobre la autoridad conferida a alguien). Sobre el Arca estaba el Propiciatorio, la tapa del gran baúl, con dos imágenes de querubines frente a frente con las alas desplegadas. Entre los ángeles dorados, el sumo sacerdote debería focalizar la presencia de Dios, quien le hablaba (Éxodo 25:10-22).

Por Marcelo Cypriano
De la redacción de Arca Universal