Las diversas opiniones vertidas acerca de la ida a los moteles han dividido a los cristianos. Hay aquellos que lo condenan por no admitir el hecho de estar en un lugar donde el Espíritu de Dios no está. Y hay otros que no lo condenan, alegando que la presencia de Dios está dentro de ellos y cuando van a los moteles no utilizan los vídeos impropios que allí hay. Y que van allí sólo para salir de la rutina casera.

Sea cómo fuera, Pablo, dirigido por el Espíritu Santo, enseña que: “Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica” (1 Corintios 10.23)

Eso significa que no es prohibido ir a un motel. Pero surge la pregunta: ¿edifica ir a un motel? Cabe a cada uno decidir por sí mismo. Desde el punto de vista de mi fe, rehúso aceptar ser juez de la fe ajena. Yo no siento deseo de ir a un motel, ¡ni tampoco Ester lo aceptaría! Pero no puedo condenar a aquellos que tienen fe para ir. A fin de cuentas, está escrito que bienaventurado es aquel que no se condena en aquello que aprueba. (Romanos 14.22)

Por eso mismo hemos tocado repetidamente en la tecla de la fe consciente. Porque sólo ella expresa la voluntad de Dios para Sus hijos. Cada uno tenga su fe bien definida. Porque todo lo que no proviene de fe es pecado. O sea, cualquier cosa que se haga en la duda es pecado.

“Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir” (Romanos 14.5)