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Pastor de la Iglesia Universal

Soy obrero de la sede regional de una iglesia grande en San Pablo (SP), donde trabajo y concurro durante la semana y fines de semana. Viajo al interior con mi familia, a una chacra que tenemos en una ciudad muy pequeña. Allí existe una IURD, a la que concurrimos todos los domingos.

La iglesia es muy simple. El aire acondicionado dio lugar al buen y viejo ventilador de la marca “Ventisilva”; los bancos acolchonados blancos de catedral – como dicen los obreros – son sustituidos por los buenos (o malos) y viejos bancos de madera (o de palo), y damos gracias a Dios cuando el pastor nos pide quedar de pie (diferente a los de las catedrales y sedes regionales, donde se podría hasta dormir en sus bancos confortables).

En esta iglesia hay un pastor titular y su auxiliar. Apenas dos pastores para atender la demanda espiritual de una ciudad entera, bien diferente a mi sede regional, que posee siete pastores.

En estos días, en un viaje entre la capital y el interior de San Pablo, la esposa del pastor sufrió un grave accidente y terminó en Terapia Intensiva. La iglesia se conmovió. Todos imaginaron que al día siguiente el pastor auxiliar iba a realizar la reunión, pero, para nuestra sorpresa, allí estaba el pastor titular, predicando con una fe increíble, como si nada hubiera pasado. Al contrario, estaba bendiciendo la vida del pueblo que el Señor Jesús confió en sus manos.

Cuando el pastor auxiliar de mi iglesia se casó, me llamó pidiendo ayuda con su mudanza. Las únicas cosas que él y su esposa tenían era apenas una caja de cubiertos y platos y una valija de ropa. Incluso fui yo quien le dio al pastor una garrafa de gas.

En otra ocasión, el pastor regional de mi iglesia me llamó para ayudarlo en la mudanza. Las únicas cosas que transportamos de sus pertenencias fueron sus maletas. Sólo eso. Sólo eso. Auto y casa se quedaron, y el pastor se fue.

El pastor de la Iglesia Universal es así. No tiene auto, no tiene dinero, no tiene indemnización, no tiene casa, no tiene simplemente nada, apenas su ropa y su esposa.

El pastor de la Iglesia Universal no tiene derecho de llorar una eventual muerte de un ser querido. El pastor de la Iglesia Universal no tiene derecho de descansar, de divertirse, de entretenerse, de juntar bienes. Eso porque la vida del pastor no le pertenece, le pertenece al altar, al pueblo, al Señor Jesús.

Muchos chicos de 15, 16, 18 años, cuando ven al pastor regional de su iglesia o al obispo de su catedral andando en un auto importante, haciendo y deshaciendo, luego piensan: “Quiero ser pastor”.

Muchos entran en la Obra con esa visión: ser servido, dar órdenes, ser jefe de alguien. Pero, cuando se encuentran con una realidad muy diferente, muchas veces, hasta pasando hambre, estos mismos muchachos llaman a la casa de la madre pidiendo regresar, o entonces se van a otra denominación, para tener auto e iglesia grande.

El único derecho del pastor de la Iglesia Universal es servir y bendecir vidas ajenas, es salvar almas del infierno, es curar y liberar. El único derecho del pastor de la Iglesia Universal es el galardón que lo aguarda en la Nueva Jerusalén.

Muchos pueden pensar que los pastores están perdiendo. Al contrario, están ganando.

Hoy, en el atrio, disfruto de todo lo que Dios me prestó: autos, casas, empresas. Sin embargo, tengo conciencia de que mis pastores, que no poseen nada de esto, tienen un privilegio mucho mayor que el mío, el de estar encima del altar. Eso es mejor y mucho más precioso que tener todo este mundo a sus pies. Es más precioso que tener todo el dinero de este mundo en sus manos.

Que el Señor Jesús bendiga a todos.

Obrero Carlos Alberto

Fuente: Cristiano de la Universal