¿A quién pertenece la gloria?
Son varios los atributos que forman parte del perfil del verdadero siervo del Dios Altísimo. Entre otras cualidades, el siervo posee: temor, carácter, humildad, fe y, principalmente, ¡sinceridad! Pero, ¿cómo saber si el siervo es sincero o no?
El Señor Jesús dijo lo siguiente:
El que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria de Aquel que le envió, este es verdadero y no hay injusticia en él. Juan 7:18
Ahí está el detalle que hace toda la diferencia entre el verdadero siervo y el falso siervo. Quien habla de sí mismo habla de lo que oyó y aprendió, pero no transmite espíritu, sino información. Cualquiera puede aprender toda la Biblia y enseñarla, pero eso no hace de él un siervo de Dios.
Los fariseos, los sacerdotes y los escribas tenían mucho conocimiento de las leyes y de los mandamientos, ¡sin embargo fueron llamados hipócritas por el Señor Jesús! ¿Sabe por qué? Porque no buscaban la gloria de Dios, sino su propia gloria.
Lamentablemente, ¡es eso lo que hemos visto en nuestros días! Es como si el pollino, por pensar que los saludos, los cánticos y los mantos esparcidos por el camino eran para él, hubiera comenzado a desear recibir la honra que pertenecía solo al Rey que estaba montado sobre él. No hay insensatez mayor que la de buscar alabanza para sí mismo, ya que el Propio Señor Jesús dijo:
Pero Yo no busco Mi gloria; hay quien la busca y juzga. Juan 8:50
¡Sí! Nuestro Señor Se colocó en la posición de Siervo, pues Se vació de todas Sus voluntades para realizar la voluntad única y exclusiva del Padre. Él es el Mayor Ejemplo de un verdadero siervo. No vino a este mundo para ser servido, ¡sino para servir! Todo lo que hizo fue para glorificar al Padre, por eso, fue glorificado por Él.
Juan Bautista decía:
Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe. Juan 3:30.
El siervo fiel y sensato sabe cuál es su lugar y su posición, por eso no busca el brillo de los reflectores para sí, sino que transfiere todo el crédito del éxito de su trabajo al Espíritu Santo.
¡Ese es el espíritu de quien es sincero! Todo nuestro servicio y dedicación para la salvación de las almas debe ser para alabanza del Santo Nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Quien busca la gloria de los hombres no verá jamás la gloria de Dios. No hay satisfacción mayor para el siervo que agradar a su Señor.