Ríos de agua viva
Obispo, ¡buenas tardes!
Mi nombre es Marcos Silva, tengo 30 años y hace 24 que estoy en Iglesia Universal del Reino de Dios. Estoy como pastor hace 10 años. Estoy casado, y tengo millones de motivos para agradecer al Señor Jesús y también a usted.
Lo que me llevó a escribir esta carta fue un profundo sentimiento de gratitud que se apoderó de mí al concluir la lectura de su libro “Nada que Perder”. Obispo, lo que Dios hizo en mi vida es algo glorioso, y tengo la absoluta certeza de que Él usó a la Iglesia Universal del Reino de Dios para realizar esta gran maravilla en mi vida y en la de toda mi familia.
Nací en Belém do Pará, en una familia muy simple. Mis abuelos por parte de madre me criaron como a un hijo junto con mis nueve tíos. Obispo, mis padres estaban perturbados, mi madre era alcohólica, bebía al punto de hacer escándalo, dormía borracha en la calle y tenía varios amantes. Ella y mi padre peleaban mucho. Mi padre también tenía varias amantes y a mí no me atendía en lo más mínimo. Hasta que llegaron a la separación.
En la casa de mis abuelos, el sufrimiento era todavía peor. Pasábamos necesidades. Mi abuelo, un tío y dos tías tenían lepra; otro tío tenía el vicio de las drogas y, cuando consumía, rompía todo dentro de la casa y quería matarnos; otra tía, después de un embarazo de riesgo, quedó loca; el tío más joven estaba involucrado con la marginalidad; mi madre, cuando estaba embarazada, buscó a los espíritus malignos y estos le dijeron que yo no iba a poder nacer. Como consecuencia de eso, padecí varias enfermedades.
Obispo, es muy difícil relatar todo el sufrimiento vivido por mi familia y por mí. Cuando tenía 6 años, en 1988, llegué a la Iglesia Universal con mi abuela, desde entonces, no salí más. Aun siendo niño comencé a aprender en la Educación Bíblica Infantojuvenil (EBI) lo que significaba vivir por la fe y crecí con mi vida basada en esas enseñanzas.
Dios hizo una transformación en mi vida. Poco a poco y con mucha lucha, uno por uno fue buscando al Dios que yo y mi abuela habíamos conocido. Resultado: todo cambió radicalmente. Mi abuelo, mi tío y mis dos tías fueron curados de lepra – una es obrera y la otra evangelista – y mi tío es pastor de la IURD de San Pablo. Mi otro tío se liberó de las drogas y hoy es miembro de la Iglesia Universal; mi tía, que estaba loca, hoy está curada y, junto con su esposo y dos hijas, son todos obreros de la iglesia; mi tío, que era un joven delincuente, hoy está como pastor cuidando la IURD del estado de Paraíba.
Mis padres, que se habían separado y que estaban totalmente perturbados, hoy están juntos y son obreros de la iglesia. La mayoría de mis familiares está en la presencia del Señor Jesús.
Por eso, obispo, yo agradezco todos los días a nuestro Dios por lo que hizo por mí, y también me gustaría mucho agradecerle a usted por haber dado oídos a la voz del Espíritu Santo y haber abierto la puerta donde yo, mi familia y millares de personas encontraron la Salvación, puerta esta llamada Iglesia Universal del Reino de Dios.
¡¡¡Muchas gracias!!!
Marcos Sérgio Melo Silva – Campos dos Goytacazes (RJ).