¿¡CÓMO SE ATREVE A DECIRME ESO!?
El chisme se termina cuando llega a los oídos de un justo. Por eso, observe muy bien a quién le da oídos
Un versículo conocido por muchos, pero no siempre practicado, dice así: «No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres», 1 Corintios 15:33.
Cuando el texto sagrado alerta diciendo: «No erréis…», deja en claro que, por más que el ser humano piense que tiene el suficiente buen juicio para reconocer cuando algo le hace mal, en realidad, no lo tiene. Eso es porque el mecanismo de defensa en nosotros es mucho más agudo cuando la amenaza es grande e inmediata. Sin embargo, ante los peligros más sutiles e incluso placenteros, que no causan daño inmediato, lamentablemente, el ser humano es muy complaciente, muy lento, y, a veces no despierta ante este peligro que amenaza su vida.
Las malas conversaciones, de cierta manera, son placenteras, porque cuentan con ese elemento de lo «prohibido», ese elemento de «nadie habla sobre esto» y «yo pienso de la misma manera». Usted se siente poderoso porque puede meterse en un grupo y soltar algo; tiene la sensación de: «Estoy mejor informado que ustedes».
Además, las malas conversaciones, así como la comida nociva que mata de manera silenciosa a la persona que la ingiere, va corrompiendo las buenas costumbres.
Cuando usted se da cuenta, las buenas costumbres ya les habrán dado lugar a los oídos chismosos y a la curiosidad sobre los errores de los demás.
El mundo está ávido de malas noticias, de chismes. Pero usted ve, en Proverbios, capítulo 13, versículo 20: «El que anda con sabios, sabio será, mas el que se junta con necios será quebrantado».
Por eso, si quiere ser sabio, tenga cuidado con quién anda y a quién escucha.
Resista en su interior. No satisfaga esa picazón de sus oídos. Si alguien siempre le trae algo malo, aléjese de esa persona. Tal vez no es digna de estar en su círculo de amistades, ni en su lista de contactos. Piense muy bien en esto.
Yo estaba pensando sobre el episodio al pie del monte Sinaí (Éxodo 32), cuando el pueblo presionó a Aarón para hacer un becerro de oro (que sería el dios de ellos). Seguramente, alguien dio la primera sugerencia: «¿Por qué no hacemos un becerro de oro?», otro lo escuchó y corrió la voz hasta llegar a Arón, que no tuvo la fuerza para decirle que no al pueblo.
Hay muchas personas como Aarón, que no son lo suficientemente fuertes para decir: «¿Cómo te atreves a traerme esa información?». Hay una frase que dice: «Los chismes mueren cuando llegan a los oídos de una persona justa».
Entonces, si usted tuviera la valentía de decirles eso a ciertas personas, tal vez el chisme moriría ahí y sus buenas costumbres no se corromperían. Quién sabe.
Vea el mensaje completo en el siguiente video.