Un versículo muy simple, pero poderoso en el contenido de su verdad: «No hay paz para los malvados, dice el Señor», Isaías 48:22.

«Impío» es una palabra antigua que se refiere a «los que no se preocupan por Dios, como si Él no existiera». Cuando Él dice que los impíos no tienen paz, esto no es un castigo, sino el resultado de elegir vivir ajeno a Él. Por eso, el mundo clama por la paz.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos gastó muchos recursos y el mundo estaba devastado. Entonces, surgió la idea de crear la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para promover la cooperación, de esta manera, el mundo nunca más tendría que resolver algo por medio de la guerra. Ahora bien, usted ve lo que está sucediendo en el mundo: una tercera guerra mundial nunca estuvo tan cerca.

En el ámbito personal, la falta de paz se extiende a la familia y luego a toda la sociedad. La persona sufre por elegir vivir ajena a los principios Divinos (no «religiosos», porque son conceptos distintos; las religiones no tienen nada que ver con Dios). A causa de la falta de entendimiento de que tenemos un Padre, no entendemos que todos somos hermanos. Entonces, ¿por qué no logramos entendernos? Porque no estamos escuchando a Dios.

Por ejemplo, una persona que comete adulterio. Mientras es fiel a su matrimonio, tiene paz, no necesita mentir o borrar el historial del celular, simplemente vive, pero, si cierto día decide vivir como impía y peca, desde entonces, ni siquiera logrará mirar a su cónyuge a los ojos.

Tal vez usted esté sin paz y se pregunte: «¿Cómo recupero la paz?». Debe dejar de vivir a su manera y comenzar a obedecer a Dios. Si se vuelve a Él y Le confiesa sus pecados (e igualmente le pide perdón a la tercera persona implicada), de inmediato, la paz llega a su corazón. Sin embargo, inevitablemente, deberá enfrentar las consecuencias de su pecado.

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