Dios quiere ayudar a todos, pero solo puede ayudar a los sinceros y humildes. Él no se complace en la desgracia de nadie.

Está escrito: «La recompensa de la humildad y el temor del Señor son la riqueza, el honor y la vida», Proverbios 22:4.

En este mundo, las personas buscan riqueza, honra y vida, pero, generalmente, buscan todo eso de la manera equivocada. Piensan: «Si tuviera poder, tendría riqueza, honra y vida». Sin embargo, este no es el camino, sino la humildad y el temor a Dios.

Hay muchas personas que son humildes ante los demás, pero el texto se refiere a la humildad delante de Dios.

También está escrito: «… Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes», Santiago 4:6.

Y el texto completa: «Afligíos, lamentad y llorad; que vuestra risa se torne en llanto y vuestro gozo en tristeza. Humillaos en la presencia del Señor y Él os exaltará», Santiago 4:9-10.

El humilde es esa persona que reconoce su verdadera condición y que tiene la conciencia de que necesita misericordia y perdón; va de detrás de estas para alcanzarlas delante de Dios. Solo Él puede ayudar a los humildes, porque estos Lo buscan.

Es por lo que el Evangelio se difunde entre los pobres de espíritu, como está escrito en las bienaventuranzas (Mateo 5). La pobreza de espíritu no es sobre ser pobre materialmente, sino en el espíritu, reconociendo su pequeñez. Cuanto más la persona aprende, más humilde es. Este es el camino de los sabios.

Dios dijo: «Solo reconoce tu iniquidad, pues contra el Señor tu Dios te has rebelado…», Jeremías 3:13. En otras palabras, Él estaba diciendo: «Quiero perdonarte, pero, solo puedo hacerlo si reconoces tu iniquidad».

Él ya dio el consejo. Ahora, es su responsabilidad.

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