EL MAESTRO DE LA DIVISIÓN
El diablo no tiene familia, por eso su objetivo es dividir. Él comienza dentro del hogar y se extiende a toda la sociedad. Por el contrario, Dios promueve la unidad y nos llama a ser un solo espíritu con Él
La Biblia nos muestra que Dios tiene familia. En Efesios 2:19, se nos presenta la Familia de Dios. El apóstol Pablo explica cómo, por medio de la cruz, Jesús reconcilió a enemigos, derribó barreras de separación y unió a todos como hermanos bajo un mismo Padre.
La táctica del enemigo:
Dios tiene familia, pero el diablo no. Y el mal sabe que la familia es un reflejo del Reino de los Cielos y, por eso, trabaja incansablemente para destruirla. El mundo banaliza el matrimonio y normaliza las divisiones, llevando los conflictos del hogar a toda la sociedad. El diablo siembra discordia y segmenta a las personas en grupos, creando enemistades. Su objetivo es dividir todo: familias, empresas, iglesias y naciones. Él es el maestro de la división.
Cuando lucifer fue expulsado del Cielo, arrastró consigo a un tercio de los ángeles (Apocalipsis 12:4). Dividió el Cielo y ahora busca dividir la Tierra. Tal vez, sin darse cuenta, usted está jugando su juego, permitiendo divisiones en el matrimonio, en la familia y en el trabajo. ¿Cuántas parejas hoy en día viven distanciadas, aun bajo el mismo techo? ¿Cuántos hijos están divididos entre padre y madre? La sociedad romantiza el divorcio, tratando la separación como algo natural.
División en el trabajo y en la sociedad:
En el ambiente laboral, muchos se unen para criticar la empresa, al jefe o a los compañeros, sin darse cuenta de que están sembrando el caos en el lugar que les provee sustento. Sin embargo, quien desea mejorar algo trabaja por la unidad, no en su contra.
Dios, por otro lado, es unión. En Juan 17:21, Jesús oró al Padre para que todos fueran uno, así como Él y el Padre son uno. La decisión es suya: ¿está en el equipo de la división o en el de la unidad?
Nuestra posición en la Familia de Dios:
Efesios 2:18-19 refuerza: «…porque por medio de Él los unos y los otros tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios.»
Entonces, cuando creemos en Jesús y Le entregamos nuestra vida, somos aceptados como hijos de Dios. Jesús lo dejó claro al llamar «hermanos» a sus discípulos después de la resurrección (Juan 20:17). Él dijo: «Subo a Mi Padre y vuestro Padre», incluyéndonos en Su Familia.
El verdadero significado de la familia:
En Mateo 12:46-50, cuando le informaron que Su madre y Sus hermanos lo esperaban, Él respondió: «¿Quién es Mi madre? ¿Quiénes son Mis hermanos?». Y señalando a los que lo escuchaban, dijo: «Mi madre y Mis hermanos son los que escuchan y practican Mi Palabra». Esto demuestra que ser parte de la Familia de Dios no depende de lazos sanguíneos, sino de fe y obediencia.
Además, en la Familia de Dios, no importa quién tiene la razón, sino lo que el Padre determina. Cuando seguimos esa dirección, los conflictos en el matrimonio, la familia, la iglesia y la sociedad se resuelven.
¿Usted ya forma parte de la Familia de Dios?
¡Qué privilegio es formar parte de la Familia de Dios! ¿Y usted? ¿Ya forma parte? Si es así, alégrese y ayude a otros a unirse. Si no, debe saber que Dios sigue aceptando nuevos miembros. ¿El precio? Su fe y entrega total al Señor Jesús.
Vea este mensaje completo en el siguiente video.