LA MEJOR EXPLICACIÓN DEL CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU que ya escuchó
¿Ya se detuvo a pensar de qué está hecho en verdad? ¡Somos 3 en 1: cuerpo, alma y espíritu! Para entender esto de forma sencilla, vamos a usar una analogía que todo el mundo conoce: ¡el celular! Mire el video y descubra esta revelación transformadora
Si desea tener éxito en la vida, debe cuidar su cuerpo, su alma y su espíritu. Vamos a entenderlo mejor por medio de una explicación bien sencilla.
El celular es una excelente representación del cuerpo, del alma y del espíritu. El cuerpo del celular es el propio aparato; el alma del celular son los datos almacenados en este, como la información, la música descargada, los contactos agendados, las fotos, las aplicaciones, en fin, todo lo que lo vuelve único. Aunque dos celulares sean del mismo modelo, lo que los diferencia son los datos. De la misma manera, el alma es lo que diferencia a cada persona —hasta los gemelos idénticos poseen almas diferentes, personalidades diferentes—, volviendo a cada ser humano único, así como los datos de un celular.
La batería del celular, que le da vida, representa al espíritu. Sin batería, el aparato pierde su funcionalidad, así como el espíritu es el aliento de vida que Dios nos dio. Este une el cuerpo y el alma, es la energía que nos mantiene vivos. La Biblia dice que, en el momento de la muerte, el espíritu, que es esta energía, volverá a Dios:
«… entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio». Eclesiastés 12:7
Así como el celular solo tiene valor cuando estos tres elementos están juntos, el aparato, la batería y los datos, el ser humano también es un conjunto inseparable del cuerpo, del alma y del espíritu. Uno complementa al otro, dándole sentido a la existencia, así como Dios, que es una Trinidad. Dios nos hizo a Su imagen y semejanza, y replicó esa trinidad en nosotros. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo; y nosotros somos cuerpo, alma y espíritu.
¿Qué hacer con esta información?
Siguiendo esta analogía, si quiere preservar su celular, no puede dejarlo caer; debe comprar una funda protectora, evitar exponerlo a rayones y cuidar la pantalla. De la misma manera, debemos cuidar nuestro cuerpo. Esta es la parte más fácil, porque todos entienden la importancia de una buena alimentación, de un buen descanso, de hacer ejercicios y de cuidar la salud, ya que el cuerpo rápidamente manifiesta señales cuando algo está mal.
Sin embargo, además del cuerpo, es esencial cuidar el alma. ¿Cómo protege el «alma» de su celular? Evitando bajar archivos sospechosos, protegiéndola contra los virus y desestimando links dudosos. Así debemos cuidar nuestra alma, seleccionando bien lo que consumimos: películas, canciones, contenidos e influencias. No todo le hace bien al alma. Hay contenidos que pueden entristecernos, desanimarnos e incluso contaminar nuestros pensamientos. La música, por ejemplo, influye directamente en las emociones y el humor; y tanto las películas como las series contienen ideologías que pueden impactar en cómo vemos el mundo. Por eso, es importante tener discernimiento y proteger nuestra alma, porque es lo más precioso que poseemos.
Por lo tanto, es fundamental reconocerse como una trinidad (cuerpo, alma y espíritu) y valorar principalmente el alma. El cuerpo un día perecerá, pero el alma es eterna. ¿Qué has hecho por tu alma? Así como un celular se puede descartar, pero los datos se pueden almacenar y preservar, el cuerpo muere, pero el alma permanece, y debemos cuidarla con celo.
¿Y el espíritu?
Así como la batería del celular se debe cargar constantemente, también debemos cargar nuestro espíritu. ¿Cómo? A través de la Palabra de Dios. Cada vez que meditamos en la Palabra, nos conectamos con Dios y renovamos tanto nuestras fuerzas como nuestra fe. El espíritu es nuestra conexión directa con Dios.
Para finalizar, aunque su celular tenga todos estos elementos, sin conexión a internet su funcionalidad se vuelve bastante limitada. El internet potencializa el uso del celular, así como la conexión con Dios potencializa nuestra vida. Si un ser humano no está conectado al Espíritu de Dios, estará vacío, no tendrá propósito ni potencial. Por otro lado, los que tienen esta conexión directa con Dios descubren que, literalmente, el cielo es el límite.