NADIE VA AL CIELO PORQUE ES BUENO, SINO…
El arrepentimiento verdadero no es un simple sentimiento de pesar, sino un proceso que incluye: reconocer el pecado, abandonarlo, odiarlo, confesárselo a quien corresponda, pedir perdón y cambiar de comportamiento
Muchos se sorprendieron cuando ayer mencioné que nadie va al infierno porque pecó, pero es la más pura verdad, al igual que nadie va al Cielo porque es bueno. Al Cielo entrará quien verdaderamente se arrepintió de sus pecados y los abandonó. Esto es muy diferente al remordimiento.
Cuando hablamos de remordimiento, una de las primeras personas de la Biblia que nos viene a la mente es Judas. ¿Quién condenó a Judas? Jesús no lo condenó, al contrario, el último contacto de Jesús con Judas fue un beso. Aun sabiendo que lo estaba traicionando, aceptó el beso y lo llamó amigo.
Judas se condenó a sí mismo, sus pecados y su conciencia lo condenaron. Usted puede leer sobre esto en el evangelio de Mateo, capítulo 27:
«Entonces Judas, el que Le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó». Mateo 27:3-5
El diablo hace exactamente eso, seduce a la persona, la incita a pecar y, cuando ella cae en pecado, le echa en cara lo que hizo. Esa es la estrategia del mal, tentar a la persona y, después de que cae, echa toda la culpa sobre ella.
Judas, cargado de culpa, se quitó la vida, lo que nos hace entender que esa palabra «arrepentido» no significaba un arrepentimiento sincero, sino un remordimiento. De lo contrario, nunca se habría ahorcado.
Él se sintió muy mal y, al querer resolver su culpa, cometió suicidio por impulso. Además, entendemos que el precio de traicionar a Jesús es tan alto que difícilmente quien lo traiciona logra alcanzar el verdadero arrepentimiento. De esta manera, Judas fue condenado, no por Jesús, no por el diablo, no por los sacerdotes, sino por su propia conciencia.
Por eso, Dios insiste persistentemente en Su Palabra que todos nosotros, pecadores, no necesitamos llegar al nivel de Judas. Cualquier pecado es pecado delante de Dios, y Él insiste en que resolvamos el problema del pecado con el arrepentimiento.
El arrepentimiento implica reconocer, abandonar y odiar el error, confesárselo a quien corresponda, pedir perdón y cambiar de comportamiento. Es un proceso completo, pero muchas personas no lo completan. Ellas no se sienten mal por haber pecado, sino porque fueron descubiertas pecando, que es diferente.
Repito: nadie va al infierno porque pecó, sino porque no se arrepintió; y nadie va al Cielo porque fue un santo, sino porque se arrepintió sinceramente de todos sus errores y pecados, se humilló ante Dios, creyó en el Señor Jesús como el perdonador de sus pecados y comenzó a vivir una vida recta delante de Él. Esa persona sí, entrará al Cielo.