Muchas personas se quejan de que Dios no les responde, incluso cuando hacen todo bien. Van a la iglesia, oran, buscan y no reciben lo que quieren. Todos ya hemos dicho o pensado eso. No obstante, entienda, si Él nos respondiera todo, no sería Dios, sino nuestro siervo. Por ser Dios, Él es Señor, dotado de sabiduría, conocimiento, bondad, poder y todo lo que nosotros no tenemos.

«Yo soy el Señor, ese es Mi nombre; Mi gloria a otro no daré, ni Mi alabanza a imágenes talladas.» Isaías 42:8

Cuando Él dice que es Señor, muchas personas no entienden lo que significa. Usamos tanto esa palabra en nuestro día a día que olvidamos el verdadero sentido, esta proviene de la época en la que existían señores y siervos, señores que literalmente eran dueños de todo y tenían derecho a mandar. Por otro lado, el papel del siervo era obedecer.

Cuando el Creador determina algo, el que tiene buen juicio y Lo considera Dios, obedece Su voluntad; entiende que Él es Señor, omnipotente, absoluto. Si usted cree que Él tiene defectos en Su querer y en Sus acciones, se pone en la condición de juzgarlo, invirtiendo los papeles. En realidad, no entendió nada sobre Él, la fe, la Palabra y ser siervo; por eso, ¡qué bueno que Él no le respondió! Si lo hiciera, seguramente, usted se haría mal a sí mismo y les haría mal a muchas otras personas.

Tenemos la costumbre de pensar demasiado en nosotros mismos y poco en los demás; somos egocéntricos y terminamos actuando de la misma manera con Dios, pensamos en Él como quien nos bendice, nos responde, y no como Señor, que también nos enseñó a orar: «Hágase Tu voluntad».

Aprenda a tratar a Dios como Señor, confíe en Él; aun cuando reciba un «no» como respuesta, confíe en Su carácter. Verá que Su «no» fue mucho mejor que si le hubiera dicho «sí».