Por qué dejé de ser católico (2)
Lea la primera parte de este artículo aquí.
Mi experiencia con los católicos devotos me demuestra que son muy sinceros, muchas veces más que los religiosos evangélicos y de tantas otras religiones. Mi padre era uno, y toda la familia seguía sus pasos.
Pero cuando la desgracia golpeó nuestra puerta, y toda esa devoción y sinceridad religiosa falló en evitar el mal y en ayudarnos a lidiar con el mismo, entonces fuimos en búsqueda de otra ayuda. Mi hermano mayor fue invitado a una iglesia «de creyentes» (así nosotros, los católicos, nos referíamos a todas las demás iglesias), y un mes después él estaba tan entusiasmado que yo lo acompañé por primera vez.
El impacto fue inmediato. En vez de la religiosidad y los rituales incomprensibles a los que estaba acostumbrado, encontré a personas que parecían ser genuinas en su trabajo, confiables y con un brillo en el rostro que nunca había visto. Una hora y pico allí presente fue suficiente para que yo saliera con las esperanzas renovadas, más leve, y con la certeza de que las cosas mejorarían. Nunca había sentido eso en una misa.
Sin embargo, lo que más abrió mi mente fue cómo ellos incentivaban la lectura y la comprensión de la Biblia. Nosotros teníamos la Biblia en casa, como todo buen católico, en el estante, abierta en el Salmo 91 para traer buenas «vibraciones». Obviamente no estaba funcionando.
La Biblia para nosotros, los católicos, era más como un objeto sagrado, supuestamente para ser tratado como esa santa de casi medio metro que mi padre tenía en la pared de su empresa: usted la ve, la respeta, espera que le traiga buena suerte, pero no entiende mucho cómo funciona. El católico, de modo general, no es incentivado a leer la Biblia. Cuando íbamos a misa, la liturgia ya estaba lista en un papel que todos leían; rezos y repeticiones que yo nunca acertaba el momento correcto para pronunciarlas en voz alta con todo el mundo.
Yo no sabía, en ese momento, que muchas de nuestras creencias estaban en total desacuerdo con la Biblia. Aquí van apenas algunas como ejemplo:
- María fue virgen solo hasta que Jesús nació, después tuvo otros hijos biológicos: Marcos 6:3
- Hacer y tener imágenes de escultura en veneración a los santos o al propio Jesús rompe los dos primeros de los Diez Mandamientos: Éxodo 20:2-5
- Jesús es el único Camino hasta el Padre, no los santos ni María: Juan 14:6.
- Solamente Jesús tiene poder de atender oraciones, no los santos: Juan 14:14.
- Jesús prohíbe llamar a alguien como padre (papa) en sentido religioso: Mateo 23:9
- El obispo DEBE estar casado, lo contrario a lo que se practica en la Iglesia Católica: 1 Timoteo 3:2
- El Vaticano dice que Pedro fue el primer papa, la «piedra de la iglesia», pero él mismo se identificó apenas como presbítero, como otros discípulos: 1 Pedro 5:1; Jesús es la única piedra fundamental, y no Pedro: 1 Corintios 3:11
- El Vaticano dice que un papa es «infalible» cuando habla sobre asuntos espirituales, pero el propio Pedro fue reprendido delante de varias personas por estar actuando de manera incorrecta: Gálatas 2:14
- El Vaticano prohibió la lectura bíblica de sus fieles, siendo que Jesús ordenó que la Biblia sea examinada: Juan 5:39
- La salvación del alma es por la fe que se manifiesta en obras y no solo por obras: Efesios 2:8-9
- En la Biblia, todos beben del cáliz en la cena (eucaristía), pero en la misa solo el cura puede hacerlo: Mateo 26:26-27
- Para bautizarse, la persona debe creer primero, por lo tanto los bebés no califican: Marcos 16:16
- Después de la muerte viene el juicio, no el purgatorio. Por eso no hay razón para rezar por los muertos: Hebreos 9:27 y Lucas 16:20-31
Pero la lista es demasiado larga para este blog. Martín Lutero que lo diga.
¿Vio ese feeling que usted siente cuando descubre que fue engañado? Multiplíquelo por cien y tendrá idea de cómo me sentí. Quizás usted mismo, amigo católico, esté sintiéndose así ahí ahora, apenas con leer la lista anterior — qué dirá cuando vaya a consultar los versículos en su propia Biblia, aún siendo católica.
¿Cómo podría yo continuar siendo engañado? Y mis padres, ¿no sabían eso? ¿Y los millones de católicos en el mundo nunca oyeron eso? ¿Cómo es posible? ¿Qué debería hacer yo ahora?
Las preguntas eran muchas. El enojo era grande. Tanto, que mi hermano no aguanto e hizo justicia con sus propias manos — literalmente.
En el próximo post le voy a contar qué hizo y cómo.
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