thumb do blog Renato Cardoso
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QUE DA BRONCA, ¡DA!

¿Quién nunca quiso vengarse? Pero, deténgase y reflexione: ¿acaso Dios necesita nuestra opinión para saber cómo actuar con justicia?

¿Quién nunca sintió rabia y deseo de venganza, de desquitarse, de pagar con la misma moneda? Todos ya pasamos por eso. Estas situaciones son recurrentes en la vida, despertando el pensamiento: «¡Me las vas a pagar!».

Este sentimiento es natural, pero el que vive por la fe no actúa por impulso, intentando hacer justicia con las propias manos. En lugar de eso, confía en las promesas Divinas, como la que Dios declaró: «… Mía es la venganza…», Romanos 12:19.

Dios reserva la venganza para Sí, porque sabe que, en nuestro enojo, podemos causar más daños que arreglos. Él es perfectamente justo y sabe actuar en el momento oportuno y en la medida cierta. Por eso, nos apoyamos en esta promesa y en otra igualmente reconfortante: «Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré…», Génesis 12:3.

Esta promesa nos recuerda que Dios nos cuida. Jesús ya llevó sobre Si nuestros dolores (Isaías 53:4), por eso no debemos cargar el peso del enojo, del odio y del deseo de venganza. Él nos libra de ese peso para que podamos vivir en paz.

Muchas veces queremos cargar con el dolor de los demás, pero Jesús es el Mesías; solo Él puede salvar y aliviar el sufrimiento. Nuestro papel es confiar en Él, no consumirnos con el resentimiento o el deseo de que les vaya mal a nuestros enemigos. En lugar de eso, debemos recordar que Dios actúa con justicia.

Dios es nuestro defensor

Aun siendo atacados o sufriendo injusticias, podemos descansar, seguros de que Él es nuestro defensor. Eso nos da paz y tranquilidad. No desperdicie energía pensando en sus enemigos. Si vive por la fe, todo lo que hagan contra usted volverá a ellos, porque eso dice la Palabra de Dios.

Si alguien lo maldice, sufrirá las consecuencias, pero usted no necesita contraatacar. Jesús nos enseñó a bendecir a los que nos maldicen, no porque lo merezcan, sino porque, al bendecir, recibimos bendiciones a cambio. Es la ley de la vida.

No siempre esto sucede de inmediato como nos gustaría, pero Dios siempre cumple Su Palabra. Nuestro deber es confiar, hacer el bien y no desanimar. En el momento adecuado, seremos recompensados.

En cuanto a los que lo critican y lo atacan, no se preocupe, solo recuerde lo siguiente: «Estoy en el carruaje, estoy a salvo», y siga adelante. Respire hondo, mire hacia Dios y pídale que limpie su corazón para evitar resentimientos.

Cada uno da lo que tiene. El que está lleno de cosas malas solo puede propagar negatividad, pero el que está bien no devuelve el mal con mal. Entonces, confiemos, porque, al final, la Palabra de Dios siempre se cumple:

«Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho el Señor con estos. Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros; estaremos alegres. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán». Salmos 126:2-3,5

Escuche el mensaje completo en el siguiente video.

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Colaborador

Obispo Renato Cardoso